Avui s’ha publicat una carta al Diari de Mallorca escrita per una dona que va patir una situació molt desagradable mentre feia feina com a voluntària de Protecció Civil. La carta es titula La otra cara de la fiesta i és un exemple de primera mà d’aquelles notícies que mai no són portada dels mitjans de comunicació. Denúncia una més de les agressions que pateixen les dones, però és més que això: revela la força d’una simple carta al director, una secció que reflecteix els vertaders sentiments i patiments dels ciutadans, allunyats molt sovint dels titulars de portada de la premsa, la ràdio i la televisió, ara centrats en altres temes. La carta escarrufa i demostra la valentia d’una dona que no pot callar més el que li va passar, una agressió multitudinària que va deixar-la indefensa i humiliada.
La otra cara de la fiesta
Susana Ferrera García. Palma.Me llamo Susana, y soy voluntaria de Protección Civil de Pollença. El pasado día 17, me puse el uniforme y, junto con mis compañeros, salí a hacer el servicio. Llegamos a la plaza, nos dividimos y ocupamos los sitios más polémicos donde suele haber heridos. A esas alturas de la fiesta la gente ya estaba bastante ebria. De repente, se acercó un chico y me empezó a quitar la emisora, enseguida vino otro que se quiso apoderar del chaleco que yo llevaba puesto, y me vi rodeada por seis o siete hombres que se dedicaron a estirarme las ropas, tocarme el culo, cogerme por las piernas,? Pese a mis intentos de escapar de la desagradable y humillante situación a la que me vi sometida en cuestión de segundos, de llamar la atención de los hombres que me tenían acorralada, de decirles que me dejaran en paz y que ya estaba bien de todo aquello, no podía salir de ahí, y tuve que recurrir a los puñetazos y codazos como única arma. El sentimiento de impotencia era tal que apenas pude moverme en los segundos que siguieron al incidente. No pude pedir ayuda inmediata a mis compañeros porque los agresores me habían desconectado la emisora. Estaba sola en medio de una gran multitud y, aunque me vieron en apuros, nadie hizo nada por remediarlo. Y me pregunté que había hecho yo para llegar a esa situación, y el sentimiento de culpa dejó paso a la vergüenza y ya no avisé a mis compañeros por miedo a que me acusaran de haber provocado el incidente. Una vez en casa, a salvo, pensé que esto no podía quedar así, que muchas mujeres callan esta clase de actos vandálicos y que más tarde pueden incluso estar en las listas de víctimas por la violencia de género. No hice nada malo, no provoqué la situación, al contrario, los hombres que me atacaron de esa forma fueron los culpables, únicos y verdaderos culpables. Que nadie piense que se trataba de una broma, que nadie piense que exagero ni eso de "? total, no es para tanto?" que nadie exculpe a los que lo hicieron diciendo que habían bebido mucho, porque de ser así, están justificando la agresión, y porque seguro que tienen esposa, hijas, madre, alguna amiga tal vez que le pueda pasar lo mismo o que sea aun peor de lo que me ocurrió a mí. Esta carta es una queja, una llamada de atención redundante a todos aquellos hombres que participaron en tan depravada acción. No tanto como voluntaria de Protección Civil sino como mujer y persona que soy ante todo. (...).
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